Revolución francesa y norteamericana

Brevísimas referencias  sobre la Revolución Francesa vs. Revolución Norteamericana

Desde dos ópticas diferentes, los antecedentes de las revoluciones norteamericanas y francesas apelan a los conceptos de igualdad y libertad. La primera, con un carácter menos apabullante en cuanto es consecuencia directa del proceso protectivo de los derechos de los  hombres plasmados en el Acta anglosajona del 1213, trasladado con vigor por los colonizadores de la América del Norte.

La Revolución Francesa, en cambio, quebró en un todo el régimen absolutista vigente convirtiéndose en un verdadero cambio de estructuras, que si bien desde los teóricos y filósofos políticos venían las ideas desarrollándose, obtiene su punto culmine con la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano en 1789. Los principios de Igualdad, Libertad y Confraternidad se alzaron como estandarte de una verdadera propuesta revolucionaria.

Desde la perspectiva anglosajona, base de la independencia norteamericana, el complejo ideológico liberal se asentó sobre las garantías y libertades individuales, exacerbando la obligación del respeto por la propiedad. De hecho, solo participaban de su autogobierno, aún antes de la independencia, aquellos que poseían riqueza, siendo los que podían obtener voz y cargos públicos.  Sin dejar de interesar el justificativo motor de la declaración de la independencia, lo cierto es que la expresión garantista de los derechos individuales devino en un complejo mecanismo de protección de los derechos civiles, encontrándose limitados los políticos. La teoría de que la libertad civil causaría la política parecería ser su punto de apoyo, iniciando incluso reformas claves en el sistema parlamentario inglés.

Desde la francesa, el modelo se asienta en la tradición republicana. El intento de la igualdad adhiere a una concepción de ciudadanía  más amplia y convulsionante, convirtiéndose en un verdadero desafío histórico: igualdad y libertad ¿hasta dónde, con qué límites, con qué leyes? Asume la bandera de la garantía de los derechos políticos como sustento del plano igualitario y protector de todos los demás derechos, rompiendo estructuras, desjerarquizando –en abstracto- la sociedad  y destruyendo  la idea de que la riqueza  y la propiedad eran los signos de ejercicio de la libertad.  El hombre es sinónimo de ciudadano. Y per se naturalmente goza de todos los derechos.  Aún con los hechos sangrientos posteriores y una república que, con la defección de algunos de sus mejores ideólogos no pudo abstraerse  de la frustración de su concretización, es la Revolución Francesa el signo de la lucha y ejemplo  de todos los tiempos, por el efectivo derecho de la ciudadanía a ejercer lo que naturalmente le es dado y positivamente reconocido.

 

                                                                                                                  

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